HISTORIA de la Orden de la Santa Cruz

FundaciÓn

El inicio de la Orden de la Santa Cruz se da con la fundación del Monasterio de la Santa Cruz de Coímbra, Portugal, en los años 1131-1132. Esta comunidad nació del esfuerzo conjunto de algunos clérigos de la sede local: el Archidiácono D. Telo y los Canónigos D. Juan Peculiar y D. Teotónio. Les animaba el deseo de renovación del Cabildo. Sin embargo, no siendo posible hacerla en su interior, optaron por fundar un monasterium, donde se concretizase el ideal de la vita apostolica del clero, en el ámbito de la reforma gregoriana (reforma interna de la Iglesia promovida por el Papa Gregorio VII), que Telo y Teotónio habían observado en sus viajes a Tierra Santa y por el Sur de Francia. Conocedor de este proyecto, el futuro primer Rey de Portugal, D. Alfonso Henriques, recién instalado en Coímbra, quiso colaborar con ellos ofreciéndoles el terreno de los Baños Reales para que edificasen su iglesia y su monasterio. Estaba fuera de las murallas de la ciudad, en un lugar con abundancia de agua y ya densamente poblado y con gran circulación, al borde del camino que unía el norte con el sur del país. Había en el lugar una vieja ermita dedicada a la Santa Cruz, nombre que adoptaron para su nueva fundación.

La construcción se inició el 28 de Junio de 1131 y la vida comunitaria fue inaugurada el 24 de Febrero de 1132. Una vieja tradición dice que fueron 12 los primeros miembros, escogidos entre el clero. Además de seguir la Regla de San Agustín, escogieron también las Constituciones y Usos de los Canónigos Regulares de San Rufo de Aviñón, Francia, redactadas al principio de ese siglo por el Abad Letberto y caracterizadas por su tono moderado en las exigencias y prácticas de la disciplina. Eligieron como primer Prior a D. Teotónio. Componían esta comunidad canónigos y conversos, al lado de la cual, poco después, en un anexo, se estableció una comunidad femenina de canónigas, de número más reducido, bajo la supervisión del mismo prior.

El pequeño grupo inicial fue creciendo rápidamente, no sin algunas dificultades promovidas sobre todo por los canónigos de la sede y por su obispo, que no aceptaron bien esta disidencia desafiante y que atraía tantas atenciones. Fue para superar estos primeros obstáculos por lo que D. Telo se dirigió a la corte papal, entonces situada en Pisa, para pedir la protección de la Santa Sede y la exención canónica, a fin de que el nuevo Instituto no fuese molestado o aniquilado.

El 26 de Mayo de 1135, consiguió obtener de Inocencio II un breve con aquellos privilegios. Cuando D. Telo falleció (en 1136), ya se habían establecido los fundamentos y garantizado el apoyo continuado de D. Alfonso Henriques que, en 1139, se convertía en el Rey de Portugal. Al Monasterio de Santa Cruz, que frecuentemente visitaba y del cual, igualmente, se reivindicaba fundador, va concediendo innumerables privilegios, exenciones y beneficios: dotándolo de muchos bienes materiales y hace de él su más importante centro de apoyo diplomático e intelectual en la consolidación de la independencia del país y en la construcción del Estado. Busca ahí algunos de sus mejores colaboradores, como D. Juan Peculiar, su enviado a la corte papal siete veces, y a quien hará Obispo de Porto (1136-1138) y Arzobispo de Braga (1138-1175), o el Prior D. Teotónio, su consejero espiritual. En él escoge su sepultura y la de toda su familia, mostrando así la canónica regular conimbriguense como la institución religiosa de su predilección.


EXPANSIÓN

La pujanza inicial fue creciendo con el aumento de donativos y de privilegios que fueron enriqueciendo su patrimonio, lo que les permitía colaborar en más actividades pastorales y de asistencia, a fin de realizar su ideal: constituir una tercera vía ejemplar de acción y eficacia entre el clero regular o monástico y el clero secular.

Los Canónigos Regulares (sub regula) de San Agustín podían, así, en el amanecer del siglo XII - tan original y creativo en el Occidente cristiano-, ser un modelo y hacer avanzar el ideal de la vita apostolica en todo el clero, dedicándose a varias tareas - como la cura animarum -, por medio de la acción pastoral parroquial. Para eso, primero fundaron y organizaron la Parroquia de S. Juan Bautista, después llamada S. Juan de Santa Cruz (1139), anexa al monasterio y cuyos límites se fueron alargando progresivamente por los alrededores de la ciudad.

A parte de los servicios litúrgicos y de la predicación, pudieron, los Canónigos Regulares, dedicarse al ejercicio de la caridad asistencial y los cuidados médicos, fundando junto al monasterio y bajo la advocación de S. Nicolás, un hospital de pobres y enfermos.

En pocos años, antes de finales del siglo XII, el monasterio consiguió tornarse un notable centro cultural: además de la escuela, donde se formaban los futuros canónigos, aumentó la capacidad productiva y el nivel de la calidad de textos y miniaturas del scriptorium; fue creciendo la librería manuscrita, de la que todavía hoy subsisten algunos ejemplares; se organizó el registro, ya fuera con la elaboración de cartularios, ya fuera con la funcional ordenación de cartas y diplomas necesarios para la administración y gestión patrimonial o para la vida regular.

Junto con la copia y multiplicación de textos litúrgicos, bíblicos, patrísticos y científicos, la canónica iba a ilustrarse, igualmente, con la producción de textos originales, que continuarán produciéndose en los siglos siguientes y entre los cuales podemos citar como los primeros esbozos de la historiografía portuguesa, aparte de las Vita Telonis y la Vita S. Theotonii, los Annales Domini Alfonsi Portugalensium Regis, la Chronica Gothorum, las Crónicas Breves y otros.

Fue en este ambiente cultural donde el Rey D. Alfonso Henriques pudo reclutar algunos de los primeros escribas de su cancillería, así como algunos de los obispos del reino de Portugal: D. Juan Peculiar, primero Obispo de Porto (1136-1138), después Arzobispo y Metropolita de Braga (1138-1175). A lo largo del siglo XII hubo muchos otros obispos salidos de la canónica conimbriguense: D. Odório, Obispo de Viseu (1147-1166), D. Mendo, Obispo de Lamego (1146-1176), D. Pedro Sénior, Obispo de Porto (1154-1174), D. Miguel Salomón, Obispo de Coímbra (1162-1176). En 1163, pasado un año desde la muerte del primer prior, era canonizado, localmente, S. Teotónio, elevando con este acto a ejemplo modélico la vida canónica en la forma como él la entendió y concretizó.

Fue igualmente en este ambiente cultural donde adquirió su formación superior el joven Fernando Martins, futuro San Antonio de Padua (1195-1232), transitando del Monasterio de S. Vicente de Fuera al de Santa Cruz, antes de ingresar en la Orden Franciscana.

El modelo de los canónigos regulares de Coímbra triunfaba así a lo largo del siglo XII y su vitalidad se mostró también en la capacidad de atracción, por el aumento del número de miembros de la comunidad que, a finales del siglo ya superaba el medio centenar, y por la fundación de comunidades nuevas o la adhesión de otras más antiguas. En Lisboa, en 1148, los canónigos regulares de Coímbra dirigían y asociaban a si el recién fundado Monasterio de S. Vicente de Fuera y, antes del final del siglo, la comunidad de Santa Cruz de Cortes pedía el mismo estatuto, en la frontera de Castilla, junto a Ciudad Rodrigo.

La Regla de San Agustín y las Constituciones de Santa Cruz comenzaron a ser adoptadas por otros varios monasterios y eremitorios en zonas rurales que, por filiación o adhesión, se unían al modelo reformado, conservando, sin embargo, su autonomía.

Con estas comunidades, el Papa Pablo IV formó, en 1556, la Congregación de Santa Cruz de Coímbra. En 1567, por decisión de S. Pio V, la Congregación fue definitivamente aprobada.


Decadencia y extinciÓn

El inicio del siglo XVII estuvo marcado por la preparación del nuevo texto constitucional (1607) que conoció, en 1615, la aprobación definitiva por Pablo V y que, con sucesivas enmiendas y definiciones, estaría en vigor hasta finales del s. XVIII. En él se reforzaba el juramento de clausura y se acentuaban otros aspectos monásticos, que apartaban a los canónigos regulares de la acción pastoral en contacto con los fieles y del espíritu inicial.

En Santa Cruz, la centuria de mil seiscientos se caracterizó por el excesivo aumento del número de canónigos, conversos y donatos o familiares, por la mayor aristocratización del tenor de vida cotidiano y por el continuo ritmo de las obras de construcción y embellecimiento de los espacios monásticos: en 1593, se inició la construcción, fuera del monasterio, en la parte alta de la ciudad, del nuevo Colegio de la Sapiencia o de San Agustín, que comenzó a funcionar en 1604.

A finales de los seiscientos era notoria, de nuevo, la situación de gran relajamiento y decadencia de costumbres, que se acentuó en los comienzos del s. XVIII.

En 1770, el Marqués de Pombal por encontrar excesivo el poder de los Canónigos Regulares en Portugal, consigue de Clemente XIV la extinción de nueve monasterios. Los bienes y las rentas de las canónicas extintas los consignó a la financiación del Convento de Mafra, para recoger ahí a los Canónigos Regulares en un monasterio formado por las comunidades extintas (en 1771 se encontraban reunidos allí 84 canónigos y 11 conversos), fundando a continuación, en el mismo, el Real Colegio de Mafra (1772), donde todos los cargos dirigentes, de nombramiento real, quedaban bajo su propia vigilancia.

Para disminuir la importancia de Santa Cruz, pretendía Pombal hacer de Mafra “el más respetable monasterio de toda la Congregación”, transfiriendo allí mismo la residencia del Prior General. La tentativa, sin embargo, no llegó a vencer.

Con la muerte del Rey D. José y la caída del Marqués de Pombal (1777) pensaban los más nostálgicos que la Congregación de Santa Cruz de Coímbra podría recobrar nuevo aliento. Efectivamente, el apoyo de la Reina Dña. María I, anulando muchas provisiones y decretos pombalinos, pudo darles aún alguna esperanza: algunos de los monasterios extintos tuvieron orden de restitución y recuperaron su existencia.

Se elaboraron nuevas Constituciones, aprobadas en 1783 y editadas al año siguiente. El espíritu del nuevo código normativo regular era de adaptación a los nuevos y conturbados tiempos en los que se vivía. De forma discreta se regresaba a la disciplina y a la vida de ascesis moderada, yendo al encuentro del ideal de los Fundadores del s. XII, pero sin grandes rupturas con el pasado inmediato. Los tiempos en que, con el apoyo real, pero siempre con su dependencia directa, se pretendía revitalizar la “benemérita Congregación de Santa Cruz” eran, en Portugal y en Europa, muy adversos a las órdenes religiosas. Con la difusión de los ideales de la Revolución Francesa, cuyos vientos ya soplaban en Portugal, crecía el anticlericalismo, de modo especial contra los religiosos y muchas de las medidas regalistas pombalinas acabaron por ser consolidadas. En 1789, el gobierno de la reina creaba la Comisión de Reforma de las Órdenes Regulares y, en 1791, restringía la entrada en los Noviciados.

En el cambio al s. XIX, aumentó en medios populares y burgueses la animosidad contra los Canónigos Regulares. Las Invasiones Francesas en Portugal (1807-1811) fueron una nueva ocasión de pillajes, destrucciones y desorganización de la vida comunitaria, que no se recompuso en los años siguientes.

Desde 1820, con la Revolución Liberal y las guerras civiles que se siguieron, la vida de los monasterios entró en agonía. Los Canónigos Regulares de Coímbra tomaron abiertamente partido por D. Miguel (1828-1834), entendiendo el apoyo al monarca absolutista como fidelidad a sus ideales tradicionales y a la memoria del rey Fundador, cuyo túmulo abrigaban.

Con la victoria de D. Pedro IV, en 1834, los monasterios regulares y la Congregación sufrieron el destino común de las órdenes religiosas: el informe presentado al monarca por sus más directos colaboradores le recomendaba, sin contemplaciones, la extinción de los religiosos. El Decreto de 28 de Mayo de ese año los extinguió y nacionalizó sus bienes, muchos de los cuales, comenzando por los edificios y su relleno, mal protegidos, quedaron en el abandono y a la intemperie; fueron objeto de nuevos saqueos y destrucciones o pillajes de gente anónima y adversa. Canónigos y conversos, se encontraron en miserables condiciones: conocieron el hambre, la violencia, la salud arruinada y la muerte.

Así acababa, sin gloria, el Monasterio de Santa Cruz de Coímbra después de 703 años de existencia y, con él, la Congregación que, durante casi tres siglos, llevara su nombre.


RESTAURAciÓn

La extinción canónica de 1834 no se consumó eclesiásticamente, pues el Papa Gregorio XVI, el 24 de Agosto de 1836, en un Ex audientia Sanctissimi, salvaguardó la existencia del Instituto. Los tiempos eran precarios y los canónigos regulares sobrevivían como podían. D. Joaquín de la Buena Muerte Alves de Moura (11.01.1811-22.04.1903) fue el último de ellos en desaparecer, habiendo ganado fama de santidad. Vivió durante 30 años en San Emiliano, en Póvoa do Lanhoso, Portugal, localidad que le acogió hasta el día de su muerte.

Cerca de medio siglo después, en Abril de 1949, de manos de una madre de familia, la señora Gabriela Bitterlich (Viena, Austria, 01.11.1896-Silz, 04.04.1978), nacía un movimiento espiritual apellidado Obra de los Santos Ángeles – Opus Angelorum. Pasados 12 años, en Abril de 1961, surgía en la misma ciudad de Innsbruck (Austria) la Cofradía de los Santos Ángeles de la Guarda. Ambas asociaciones tuvieron el incondicional apoyo y la aprobación del Obispo Diocesano, D. Paulus Rusch.

En los años 70, surgieron los primeros interesados en integrar el sacerdocio, orientados por la espiritualidad de la Obra de los Santos Ángeles y, en Marzo de 1974, para ese fin, se instituía una casa de la Orden en Brasil, en Curitiba. En Abril del mismo año, era erigida la Pía Unión de los Hermanos de la Santa Cruz. Era intención de esa Pía Unión la creación de un instituto religioso de aprobación canónica, que integrase la Obra de los Santos Ángeles. Esa posibilidad se concretizó en el año 1976. Se presentaron, por la Sagrada Congregación para los Religiosos e Institutos Seculares, dos hipótesis: o se restauraba una Orden ya extinta o se reanimaba una Orden antigua en vías de extinción. La elección recayó sobre la primera hipótesis y el Instituto escogido era de Portugal, la Orden de los Canónigos Regulares de la Santa Cruz de Coímbra.

Con el apoyo del Obispo de Leiria, D. Alberto Cosme do Amaral, el pedido de restauración siguió para la Santa Sede el día 24 de Octubre de 1976. Tras el Decreto provisional de 8 de Julio de 1977, por el Decreto Perantiquus Ordo, se restauraba la Orden de los Canónigos Regulares de la Santa Cruz el día 29 de Mayo de 1979.

En estrecha relación con el período de la restauración, estuvo el Obispo emérito de Leiria-Fátima, D. João Pereira Venâncio (08.02.1904-02.08.1985). D. João Pereira Venâncio perteneció a la Orden restaurada durante muchos años y hasta el final de su vida, habiendo sido el primer Prior General de la Orden restaurada (1980-1984).

Actualmente, la Orden de los Canónigos Regulares de la Santa Cruz está presente en Europa (Alemania, Austria, Holanda, Italia, Portugal y Suiza), en América (Brasil, Estados Unidos y México) y en Asia (Filipinas e India). Al lado de los sacerdotes, los Hermanos religiosos tienen un lugar importante en la vida y en la misión de la Orden, sirviendo en los Monasterios y en el apostolado. Asociada a la Orden se mantuvo la Obra de los Santos Ángeles y, actualmente, la Orden de la Santa Cruz cuenta también con la agregación del Instituto religioso femenino “Hermanas de la Santa Cruz” y del Instituto secular femenino “Auxiliares Misioneras de la Santa Cruz”, aparte de diversas asociaciones de fieles, de sacerdotes y de laicos.